Finalizar y penalizar la matanza de pavos para el Día de Acción de Gracias y Navidad
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Dirigida a: Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos y 3 más
Los consumidores de los Estados Unidos, se hicieron más obesos y más propensos a contraer graves enfermedades al hacerse partícipes de la multitudinaria masacre de pavos que ni siquiera tuvieron la oportunidad de vivir vidas naturales. Haber comprado y consumido pavos “orgánicos” tampoco tiene excusa pues aunque muchas personas piensen que es un mal menor, hasta ahora no conozco ningún matadero “orgánico” donde los animales no hayan sido abusados desde que los hacinaron en jaulas estrechas hasta que les cortaron el cuello para servirlos en mesas donde la gente debe de expresar “agradecimiento” por los dones recibidos del año.
Esta costumbre del gastado Día de Acción de Gracias no solamente es un día nefasto para los animales sino también para los nativos americanos que sufrieron abuso y crueldad similares. En un día en el que se da gracias por aquellas cosas que enriquecen la vida la masacre sistemática de animales no tiene lugar. El mismo racismo demostrado por los ingratos colonos que consideraban a los indígenas como “bestias que hablan” se traduce en la actualidad al especismo en contra de los animales que se consumen en todo el mundo para celebrar las “fiestas” de fin de año que no son otra cosa que la representación más burda de un consumismo ilógico e innecesario.
El mito de Acción de Gracias, servido con cucharadas de superioridad europea, simplemente no funciona para muchas personas en los Estados Unidos de la misma manera que el abuso especista no puede ser aceptado por quienes dicen amar, valorar o respetar a los animales.
Solamente en los Estados Unidos, donde hay regulaciones estrictas en todas las áreas gubernamentales, estos son los hechos:
Se matan trescientos millones de pavos durante las celebraciones del Día de Gracias y la Navidad.
Los pavos bebés son colocados en incubadoras donde jamás verán a sus madres.
Luego serán trasladados a granjas industriales sin ventilación donde pasarán el resto de sus cortas vidas a merced de los abusos de trabajadores crueles.
Para evitar que se peleen entre ellos, les cortaran parte de sus dedos y picos sin ningún tipo de anestesia.
Se les criará, drogará y manipulará genéticamente para que crezcan antinaturalmente y lo más rápidamente posible al punto de no poder soportar el peso de sus cuerpos con la consiguiente quebradura de sus piernas.
En 1970 el peso promedio de un pavo criado para el consumo era de 17 libras (7 kilos). En la actualidad, el peso promedio es de 28 libras (13 kilos).
Los pavos son enviados al matadero a los 5 meses de edad. En su estado libre natural podrían vivir hasta los 10 años.
Al llegar al matadero son colgados de cabeza lo cual muchas veces produce el quiebre de sus piernas.
Sumergen sus cabezas en agua electrificada antes de cortarles el cuello para luego ser arrojados en grandes vasijas de agua hirviendo para quitarles las plumas.
Muchos de los que sobrevivieron el choque eléctrico, mueren hervidos vivos.
¿Es esto algo digno de celebración, agradecimiento o unión familiar?
Los pavos son animales inteligentes, sensibles y altamente sociables. Son capaces de crear profundos lazos afectivos entre ellos y son tan cariñosos como los perros. Pueden producir más de 20 vocalizaciones diferentes y cada uno tiene voz propia.
E incluso, en nuestra cultura latinoamericana, eran considerados animales sagrados por los Mayas, Aztecas y Toltecas, quienes los llamaban “los grandes Xolotl”.
Los pavos son animales capaces de expresar y tener sentimientos como las demás criaturas vivientes. Si los respetas o consideras, no los hagas parte de tus comidas en estas fiestas de fin de año. ¿Te queda alguna duda sobre sus sentimientos y su derecho de gozar de la vida? Mira estos videos que no son gráficos ni terribles; por el contrario, te demuestran claramente que todo ser capaz de sentir tiene la capacidad y el derecho de disfrutar de la vida.
Este asunto del famoso Día de Gracias es uno de los días más deprimentes y nefastos para mí. No solamente por el cruel exterminio de miles de pavos sino también por el aspecto cultural e histórico que le asegura a mi conciencia que la crueldad impuesta a los Nativos Americanos tampoco es racionalmente digna de celebrarse. Sin embargo, al vivir en una sociedad plástica y consumista que se embota de la carne sufriente de un ser capaz de sentir para luego pelear como bestias por la oferta inmediata de un televisor hecho en China, es algo con lo que tengo que convivir, por el momento.
¿Qué fue? ¿Suerte, casualidad, el destino, estrategia, astucia? No lo sé realmente, pero lo cierto es que esta pavita se las arregló para ser la única sobreviviente de la matanza en masa que precedió a su liberación. Alguien llamó a un refugio local para avisarles que ella era la única sobreviviente de la masacre de la que esos amplios espacios minutos antes llenos de pavos, fueron testigos.
Dar gracias por arterias obstruidas, por un aumento en el colesterol, por un incremento en la posibilidad de sufrir enfermedades mortales, por reventar una balanza y sobre todo, por ser cómplice directo de la tortura y sufrimiento de miles de aves, no tiene el menor sentido. Pero dentro del caos y de la tristeza, veo una luz que no se extingue. La esperanza simbolizada es esta pavita valiente y resistente que no quiso morir para darme esperanza. No sé si se escondió, si no la vieron, si corrió o si se fingió muerta ante los ojos de los desgraciados cobardes que vinieron a recogerla; lo importante es que ahora estará viva y que existirá en este mundo para cumplir su máximo propósito: vivir en paz.
Doy gracias entonces, por ella. Por mis compañeros activistas a nivel mundial que no dejan de luchar a pesar de todos los escollos que se nos presentan; por mi madre que a sus 83 años sigue promoviendo el vegetarianismo en su rincón del mundo; por mi sobrina que sigue ideando y preparando sabrosas recetas veganas para celebrar las fiestas; por mis amigas de toda la vida que veganizan todos nuestros encuentros; por quienes me respetan lo suficiente para no servir ningún cadáver frente a mí, y por todas aquellas personas que están seria y consecuentemente pasando por la transición de dejar atrás la crueldad que se esconde en sus mesas.
Uno de estos días mi gratitud será total…
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